jueves, 19 de agosto de 2010

jueves, 12 de agosto de 2010

"Corajiada" de Dorrego en Salta

Cuando la Patria pasó por sus cerros y ríos, esas verdes lomas de San Lorenzo también guardan un retazo de la histórica Guerra de la IndependenciaPor Darío Illanes y Luis BorelliBien sabemos que el Valle de Lerma fue uno de los más importantes escenarios de la Guerra de la Independencia, pero pocas noticias cuentan que en entre esas hermosas lomas de la actual villa veraniega de San Lorenzo, se dio el primer enfrentamiento armado, cuando se produjo la segunda invasión realista a Salta en 1814.En ella no combatieron los bravos gauchos de Güemes, pero si los valientes soldados del Ejército del Alto Perú, que venían en retirada y derrotados desde los llanos de Ayohuma. Quizá, esa misma noche de la batalla de San Lorenzo, Güemes era designado en Yatasto por el general San Martín, Jefe de la Línea del Pasaje. Quizá esa misma noche en aquella histórica posta de Metán, San Martín lograba la tan ansiada reconciliación entre Belgrano y Güemes.AntecedentesFracasada la segunda campaña libertadora al Alto Perú, luego de las derrotas de Vilcapujio y Ayohuma, el General Manuel Belgrano emprende la retirada hacia el sur, a mediados de noviembre de 1813 dirigiéndose primero a Potosí y después a Tobaco-Ñaco, Lajatambo, Quirve, Humahuaca y Jujuy, a donde llega a fines de diciembre. En pos del Ejercito del Norte, venía el realista Pezuela con la intención de avanzar con sus 4 o 5 mil soldados, primero sobre Jujuy, luego Salta y finalmente pasar a Tucumán, para ocupar toda la actual frontera norte de Argentina.

Una política democrática

En setiembre de 1827 presentó un proyecto a la Legislatura: la gobernación garantizaría los billetes ya emitidos, pero se opondría a cualquier otro tipo de emisión. A esos efectos, el gobierno inspeccionaría al Banco, y la deuda con éste sería reconocida por la provincia a nombre de la Nación.El diputado Nicolás Anchorena acusaría poco después al Banco por emisiones clandestinas, y su violenta denuncia contra capitalistas y terratenientes extranjeros injertará una nota nacionalista en la ideología federal. El 13 de noviembre, la comisión de la Legislatura propone la caducidad del Banco y la creación de un Banco provincial. El 16 de enero de 1826 faculta a la Sala de Representantes a reformar el estatuto del Banco.Dorrego trataba de afirmar el apoyo inicial de los ganaderos -que son mayoría en la Legislatura- y decreta la libre exportación de carnes. Con el apoyo de Rosas, que logra un status de paz con los indios, hace serios esfuerzos por extender la frontera sur.A favor de las clases populares, fijó precios máximos sobre el pan y la carne para bajar la presión del costo de la vida; suspendió el odiado régimen del reclutamiento forzoso y prohibió el monopolio de los renglones de primera necesidad.Su política tuvo éxito, y en febrero y marzo de 1828 -afirma Miron Burgin- 'el peso recuperó casi todo el terreno que había perdido el año anterior' gracias a 'la cautelosa política de Dorrego'.A mediados de 1828, la mayor parte de la clase terrateniente, afectada por la prolongación de la guerra, retiró a Dorrego su apoyo político y económico. Boicoteando su política integradora y popular, le negó los recursos a través de la Legislatura, forzándolo a transigir e iniciar conversaciones de paz con el imperio. Es que los terratenientes y saladeristas bonaerenses, integraban también la capa de la burguesía mercantil porteña ligada a los intereses británicos por la importación y la exportación. Por eso dejaron de apoyar al gobernador y se volvieron 'pacifistas'.Abandonado por sus aliados circunstanciales, Dorrego se quedó solo frente al enemigo unitario. El 1º de diciembre fue derrocado por la conspiración que encabezaba Juan Lavalle, a quien Esteban Echeverría definiría años después, como 'esa espada sin cabeza'. La tragedia se consumaría, el 13 de diciembre, en Navarro, con el fusilamiento del líder federal.

MANUEL DORREGO (1787-1828)Arquetipo del federalismo argentino, el guerrero de la Independencia, cayó bajo las balas de la oligarquía porteña. Su ejecutor, el general Juan Lavalle, bien fue definido por Esteban Echeverría como ‘una espada sin cabeza’.'El artículo 6 (de la constitución rivadaviana de 1826) forja una aristocracia, la más terrible porque es la aristocracia del dinero. Echese la vista sobre nuestro país pobre, véase qué proporción hay entre domésticos asalariados y jornaleros y las demás clases del Estado, y se advertirá al momento que quien va a tener parte en las elecciones, excluyéndose las clases que se expresan en el artículo, es una pequeñísima parte del país, tal vez no exceda de una vigésima parte. He aquí la aristocracia del dinero; y si esto es así, podría ponerse en giro la suerte del país. Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro con el Banco, y entonces sería el Banco el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación en todas las provincias'.Manuel Dorrego (1826) La oposición al unitarismo de la burguesía comercial porteña hizo federales a los estancieros bonaerenses. Pero su federalismo -que coincidía tácticamente con el federalismo del Interior en su lucha contra el centralismo de la burguesía porteña- difería profundamente, por los intereses que lo movían, del federalismo provinciano.Las provincias, enfrentadas a la declinación de su comercio y su industria, trataban de salvar su mayor grado de autosuficiencia. Trataban así de mantener e incrementar su participación en el comercio nacional, pero, además, de proteger sus industrias recurriendo a tarifas especiales, aduanas de tránsito e impuestos diferenciales. Pronto resultó evidente que una política tan perjudicial para los intereses comerciales de Buenos Aires no podía solucionarse sino en condiciones de una amplia autonomía política para cada provincia, es decir, un amplio federalismo. Los estancieros de Buenos Aires, en cambio querían la federalización para que Buenos Aires pudiera seguir disfrutando de su aduana sin tener que rendir cuentas a las provincias, dominándolas, y evitando la nacionalización de la ciudad, ya decidida por Rivadavia.
De modo que el partido federal era una especie de frente único en el que coexistían distintos intereses y tendencias. Para los estancieros bonaerenses la cuestión decisiva era quien dominaría en el país: Buenos Aires o toda la nación, coincidiendo más con sus enemigos unitarios que con sus aliados federales del interior.Sin embargo, el federalismo bonaerense produjo una tendencia 'doctrinaria y política' de contenido nacional: fue la que encarnó, en un momento decisivo, Manuel Dorrego. Las ideas del 'mártir de Navarro' en materia económica y constitucional, poco se han difundido entre nosotros, salvo en algunos libros especializados. Y por eso merecen una consideración muy especial.

El héroe y sus tribulaciones



De Antonio Calabrese14 de abril 2010. En el marco de un ciclo de conferencias de Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) se realizó la presentación del libro “Manuel Dorrego, su vida, su obra”, de Antonio CalabreseAntonio Calabrese es abogado constitucionalista y político. Fue ministro de Economía, secretario general de la gobernación de Santiago del Estero, fiscal de Estado adjutor, diputado y candidato a Gobernador, ocupando numerosos cargos públicos en la Provincia de Santiago del Estero. Además del presente titulo ha escrito y publicado la obra de ficción Corrupción trágica, y La Protección legal del Patrimonio cultural argentino, ésta última de carácter jurídico, especialidad sobre la que ejerce la docencia en cursos de postgrado en la Secretaría de Cultura de la Nación. Asimismo, publicó innumerables trabajos académicos sobre economía, política y derecho en revistas jurídica argentina la Ley, el Boletín Informativo del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, y la Revista del Museo Nacional de Ciencia Naturales Bernardino Rivadavia, entre otras.

Más sobre Dorrego

Cuando parecía que Dorrego estaba llamado a rendir más altos servicios, hombres y circunstancias se aliaron contra él. El 26 de noviembre llegaba a la capital la división de Lavalle, descontenta por el resultado del conflicto argentino-brasileño, que había acarreado la pérdida de la Banda Oriental. Sublevado Lavalle el 1 de diciembre, el desastre se propagó por la ciudad. Dorrego entregó el mando al ministro de guerra y se dirigió a la campaña con el propósito de concentrar elementos adictos a su persona o, al menos, fieles a la majestad de las instituciones republicanas que él trataba de encarnar con sobria dignidad. Pero alzado también el cuerpo de húsares, al mando del coronel Escribano, sus esperanzas se desvanecieron rápidamente. El 9 de diciembre cayó vencido en la Laguna de Navarro, y si bien logró huir, fue capturado más tarde en el Salto por el mayor Mariano de Acha.
Uno de los dramas más dolorosos de la historia argentina se gestó entonces con aterradora rapidez. El indeciso Lavalle se vio presionado por bastardos y oscuros intereses. Salvador María del Carril y Juan Cruz Varela entre otros, lo empujaron a cumplir una fatal decisión: el fusilamiento de Dorrego. Conducido a Navarro recibió la visita del comandante Juan Elías, portador de esta orden tremenda de Lavalle: "Vaya usted e intímelo que dentro de una hora será fusilado". Dorrego se dio un golpe en la cabeza y exclamó con dolor: "¡Santo Dios!" No era el grito de quien se ve frente a la muerte, sino la voz acongojada de la patria próxima a hundirse en la guerra civil. El condenado se repuso, llamó al padre Castañer y escribió una carta a su esposa que llegaría a destino, y otra a Estanislao López, que fue detenida por Lavalle. A su esposa le decía escuetamente: "Mi vida: mándame hacer funerales, y que sean sin fausto. Otra prueba de que muero en la religión de mis padres". Debía ir ya al patíbulo pero quiso antes abrazar a su amigo y compañero de armas Aráoz de La Madrid, a quien regaló su chaqueta y sus tiradores de seda, bordados por su hija Angelita. Se acercó a la muerte apoyado en La Madrid y Castañer.
"Acabo de hacer un sacrificio doloroso que era indispensable", dijo sordamente Lavalle a Elías al oír los estampidos asesinos. Era el 13 de diciembre de 1828.
Drama tan enorme sólo era comparable -pero ni siquiera justificable- con la ejecución de Liniers. Conmovedor testimonio de un proceso devorador constituyó el prólogo del despotismo que Viamonte aplazó con talento y buena voluntad. El gobernador Viamonte, precisamente, reparó la injusticia cometida con Dorrego. "Su nombre, restaurado al honor del país, fue dignificado solemnemente con un decreto de honras, el 29 de octubre. Un mes antes, resolvía el pago de cien mil pesos a la viuda e hijas de Dorrego, que oportunamente había sido dispuesto por la Sala de Representantes, y que Dorrego rechazara modestamente".
Rosas dispuso el 14 de diciembre de 1829 que sus restos fueran inhumados en Navarro, siendo sepultados el día 21 en el cementerio de la Recoleta.
La viuda, desamparada, debió recurrir al trabajo personal para poder subsistir. Casi veinte años después, el 21 de octubre de 1847, Rosas le otorgó una subvención mensual de cien pesos que Urquiza dobló tras la victoria de Caseros. En 1860 el Presidente Mitre le asignó medio sueldo de coronel, que Sarmiento transfirió a su hija Isabel pues la viuda del mártir había fallecido el 6 de abril de 1872.
"Enemigo del Congreso, opositor al Director, contrario a la expedición a Chile, partidario de la guerra contra el Brasil, enviciado en la agitación politiquera de la Atenas argentina"; tal el juicio categórico que Dorrego le mereció a Bartolomé Mitre, y sin embargo, en él encontramos la permanente vitalidad de la acción dorreguista, fogueada en el nervioso afán de un federalismo doctrinario que el ilustre biógrafo de San Martín omitió consignar, aunque reconoció que "Dorrego tenía algo de la fisonomía de los generales ilustres de las antiguas repúblicas griegas, con quienes fue comparado en aquella época, cuando se le apellidó el JOVEN TEMISTOCLES, por haber salvado a la Atenas del Plata de los bárbaros".
Su herencia política fue recogida por Viamonte. En una época plagada de ideas monárquicas Dorrego y Viamonte fueron, en efecto, de los pocos que sostuvieron una meritoria fidelidad a los más sanos principios republicanos. Quizás sea éste -un claro sentido del porvenir democrático y federal argentino-, el rasgo sobresaliente de una personalidad vigorosa, cuya estatua se ofrece a la veneración pública en una esquina céntrica de Buenos Aires.

El relato del adiós o cómo faltarle el respeto a Manuel Dorrego




Elocuente el autor: "Lo que parece guiar sus pasos es la voluntad de forjar las bases de 'un relato', para emplear un término caro a la señora de Kirchner, que justifique las adversidades de los capítulos finales. Ese 'relato' es el de victimización: debe mostrar a un gobierno jaqueado por fuerzas malvadas y hostiles ('los ricos egoístas', el 'rente agro-mediático', 'la derecha') que lo castigan por su 'compromiso con los pobres', por su lucha 'contra los monopolios', por su deseo de que 'los argentinos vean el fútbol gratuitamente' y que hasta planean, quizás, un fusilamiento como el de Manuel Dorrego, así sea "un fusilamiento mediático". Ahí vamos:


"Fui a ver al general Juan Lavalle a solicitar su permiso para hablar con el señor Dorrego así que llegara. Dicho general (...) me permitió verle así que llegara y lo hice en efecto, al momento mismo de haber parado el birlocho en medio del campamento y puéstosele una guardia. Subido yo al birlocho y habiéndome abrazado, díjome: "¡ Compadre, quiero que usted me sirva de empeño en esta vez para con el general Lavalle, a fin de que me permita un momento de entrevista con él!" (...). "Compadre -le dije-, con el mayor gusto voy a servir a usted en este momento". Corrí a ver al general, hícele presente el empeño justo de Dorrego...; mas viendo yo que se negó abiertamente a ello, le dije: "¿ qué pierde el señor general con oírle un momento...?". "¡No quiero verle, ni oírlo un momento¡"... Salí desagradado, y volví sin demora con esta funesta noticia a mi sobresaltado compadre.
Al dársela se sobresaltó aún más, pero lleno de entereza mi dijo: "¡Compadre, no sabe Lavalle a lo que se expone con no oírme! Asegúrele usted que estoy pronto a salir del país; a escribir a mis amigos de las provincias que no tomen parte alguna por mi...
Bajéme conmovido y pasé con repugnancia a ver al general. Apenas me vio entrar, díjome: "Ya se le ha pasado la orden para que se disponga a morir, pues dentro de dos horas será fusilado; no me venga con muchas peticiones de su parte". ¡Me quedé frío! "General, le dije, ¿ por qué no le oye un momento, aunque lo fusile después?". "¡No lo quiero!", díjome, y me salí en extremo desagradado y, sin ánimo de volver a verme con mi buen compadre...; pero en el momento se me presenta un soldado a llamarme de parte de Dorrego, pidiéndome que fuera en el momento.
Al momento de subir al birlocho se paró con entereza y me dijo: "Compadre, se me acaba de dar la orden de prepararme a morir dentro de dos horas. A un desertor al frente del enemigo, a un bandido, se le da más termino y no se le condena sin oírle y sin permitirle su defensa. ¿Dónde estamos? ¿Quien ha dado esta facultad a un general sublevado? Proporcióneme usted, compadre, papel y tintero, y hágase de mi lo que se quiera. ¡Pero cuidado con las consecuencias!",

Legión Unitaria

El grupo de recreación histórica "Legión Unitaria" fue creado con la premisa de revivir una época significativa de nuestra historia, mediante el uso de uniformes, banderas y armas traídas del pasado. Desde 1828 a 1852, nuestro país vivió inmerso en una sería de confrontaciones entre los llamados federales y unitarios. Argentinos que se vieron enfrentados en una intensa lucha a los largo de casi 25 años, donde dominaron las pasiones irreconciliables.


El general Juan Galo Lavalle, héroe de las guerras de la Independencia, llevó adelante una intensa lucha contra el gobierno de Don Juan Manuel de Rosas, reflejada en varias batallas en todo el territorio del país. Otra figura de relieve entre los jefes unitarios fue el general José María Paz, uno de los jefes mas brillantes en la historia militar argentina.
Nuestro grupo no busca reivindicaciones de figuras históricas, solo el recrear - en este caso a los cuerpos unitarios -, un momento de nuestra historia.

Juan Manuel de Rosas (1793-1877)
Juan Galo Lavalle (1797-1841)


El período a recrear abarca los años de 1838 a 1845. Años donde las fuerzas contrincantes fueron relativamente equilibradas y donde se libraron las mas grandes batallas.
Integrado por civiles, nuestro grupo tiene como objetivo recrear la historia de nuestro país, sin ninguna connotación militar ni ideológica, más allá de la cuota de realismo que los eventos requieren para su fiel representación.


José María Paz (1791-1854)
Araoz de Lamadrid (1795-1857)

El Grupo de Recreación Histórica “LEGIÓN UNITARIA” se nuclea dentro de ACICURHA (Asociación Civil y Cultural de Recreación Histórica Argentina)
Porque recreamos un cuerpo Unitario: porque queremos que la recreación histórica en Argentina, pueda avanzar y desarrollarse en sus posibilidades. Y poder recrear junto a otros grupos “federales” que ya existen una parte de nuestra historia.

Batallas



La recreación histórica es un fenómeno cultural que hace mas de una década se desarrolla en nuestro país. En los últimos años se fue afianzando en su actividad con gran esfuerzo por parte de quienes la realizan. Al principio se recrearon las invasiones inglesas de 1806 – 1807, luego comenzaron a recrearse las batallas de la guerra de la Independencia en lugares como la Plaza de Mayo, Campo de Polo de la ciudad de Buenos Aires, La Ensenada de Barragán, y otros.
Actualmente Centros Tradicionalistas de todo el país traen del pasado los nombres de quienes se enfrentaron con sus compatriotas por un ideal. Juan Manuel de Rosas, Juan Lavalle, Manuel Dorrego, Lamadrid, son algunos de los innumerables hombres que lucharon en campañas memorables.

El grupo de recreación histórica "Legión Unitaria" fue creado con la premisa de revivir una época significativa de nuestra historia, mediante el uso de uniformes, banderas y armas traídas del pasado. Desde 1828 a 1852, nuestro país vivió inmerso en una sería de confrontaciones entre los llamados federales y unitarios. Argentinos que se vieron enfrentados en una intensa lucha a los largo de casi 25 años, donde dominaron las pasiones irreconciliables.

Fusilamiento de Dorrego

http://www.youtube.com/watch?v=jbyIjYB6v0U&feature=related

Tribuno del federalismo

Hizo periodismo político y de estrategia nacional en las columnas de El Argentino y en El Tribuno, su órgano de lucha ideológica. En 1826 ocupó una diputación por Santiago del Estero en el Congreso Constituyente, y se convirtió en el principal tribuno del federalismo, atacando a la oligarquía portuaria. Aquí brilló en sus argumentaciones contra los principios seudo-aristocráticos de la Constitución rivadaviana.
El marcó a fuego el contenido antipopular de dicha Constitución, en la sesión de 25 de setiembre de 1826, cuando dijo: "¿Y qué es lo que resulta de aquí? Una aristocracia…. la más terrible, porque es la
aristocracia del dinero. Y apuntó bien: "¿El que formará las elecciones será el Banco!".
Al asumir el doctor Vicente López y Planes la presidencia provisional, lo nombró ministro de Marina y Relaciones Exteriores. El 12 de agosto de 1827, la Junta de Representantes lo eligió gobernador de Buenos Aires, por 31 votos. Tuvo como ministros a notables figuras del partido federal: Manuel Moreno, José María Roxas, Vicente López, Tomás Guido.

Regreso a Buenos Aires

Luego de refutar victoriosamente uno a uno los cargos que le hicieron, el coronel Dorrego regresó a Buenos Aires el 6 de abril de 1820. El día 11, el gobernador Sarratea dictó un decreto declarándolo "buen servidor e inocente de falsas imputaciones", reconociéndole su empleo militar y el derecho a percibir los sueldos correspondientes al tiempo que duró el destierro.
En junio y julio de 1820 luchó contra el motín de Pagola y una junta electoral le dio el poder de gobernador interino. Peleó contra el chileno Carrera, Alvear y
Estanislao López, y venció. Sin embargo el gobernador Martín Rodríguez lo confinó a Mendoza en marzo de 1821, sin razón aparente. Dorrego se refugió en la Banda Oriental, de donde volvió en marzo de 1823, en momentos de producirse la revolución del Dr. Gregorio Tagle contra Rivadavia. Este le dio mando de tropas y Dorrego actuó en la represión de los rebeldes.
En setiembre de 1823 fue elegido representante a la Legislatura y al año siguiente resultó reelecto. Desde su banca alegó por la causa de la Banda Oriental, contra la opresión y política portuguesa. Era ya, según el ministro norteamericano John Murray Forbes, el jefe militar del "partido
patriota o popular". En momentos en que Rivadavia se compromete con los capitalistas y financistas británicos, Dorrego aboga por una empresa de minas nacional, junto con Facundo Quiroga y Braulio Costa.

Participación en las batallas de Tucumán y Salta

En la Batalla de Tucumán estuvo encargado de la infantería de reserva, siendo su actuación sumamente brillante y según el general Paz, "los que tuvieron los honores de la jornada fueron el teniente coronel Dorrego y el mayor Forest". En la Batalla de Salta con su Batallón de Cazadores constituyó la primera columna de ataque a la derecha, logrando arrollar a la izquierda enemiga, siendo este éxito una de las causas preponderantes de la derrota sufrida por las tropas realistas.
A pesar de sus virtudes militares, Dorrego poseía un espíritu turbulento y juntamente con el coronel
Carlos Forest se pusieron en pugna con el general en jefe, lo que obligó a Belgrano a ordenar la separación de Dorrego del mando y la formación de una causa, razón por la cual debió regresar a Jujuy cuando el ejército estaba en marcha hacia Potosí. Eso impidió que estuviera en las desastrosas actuaciones de Vilcapugio y Ayohuma. El general Belgrano dijo después de la primera de ellas que si hubiera estado presente el teniente coronel Dorrego, no hubiera sido batido el ejército patriota.
Cuando el ejército se replegó hasta Jujuy, Manuel Dorrego se incorporó nuevamente a él. Quedó a cargo de las fuerzas de avanzada que se situaron en Guachipas para alimentar una guerra de guerrillas, y con 500 nuevos soldados organizó un regimiento llamado de "Partidarios". Al poco tiempo el general
San Martín recibió el mando de aquel ejército y ordenó el repliegue de la fuerza hasta Tucumán. A fines de enero Dorrego sostuvo un combate en la Quebrada de Humahuaca contra el coronel Saturnino Castro.
A consecuencia de una discusión con
San Martín, éste ordenó que fuese remitido a Santiago del Estero, a fines de febrero de 1814. Posteriormente regresó a Buenos Aires y se incorporó al ejército en operaciones en la Banda Oriental, que mandaba el general Alvear, el cual dio a Dorrego el mando de una de las divisiones. El 6 de octubre de 1814 batió completamente al caudillo Fernando Otorguez en Marmarajá, apoderándose de toda su artillería y tomando prisionero al propio caudillo con su familia. En cambio tuvo un traspié con el caudillo Rivera, quien lo derrotó en Salsipuedes en la jornada del 26 de diciembre del mismo año y en Arerunguá, el 10 de enero de 1815.

Tribuno del federalismo

Hizo periodismo político y de estrategia nacional en las columnas de El Argentino y en El Tribuno, su órgano de lucha ideológica. En 1826 ocupó una diputación por Santiago del Estero en el Congreso Constituyente, y se convirtió en el principal tribuno del federalismo, atacando a la oligarquía portuaria. Aquí brilló en sus argumentaciones contra los principios seudo-aristocráticos de la Constitución rivadaviana.
El marcó a fuego el contenido antipopular de dicha Constitución, en la sesión de 25 de setiembre de 1826, cuando dijo: "¿Y qué es lo que resulta de aquí? Una aristocracia…. la más terrible, porque es la
aristocracia del dinero. Y apuntó bien: "¿El que formará las elecciones será el Banco!".
Al asumir el doctor Vicente López y Planes la presidencia provisional, lo nombró ministro de Marina y Relaciones Exteriores. El 12 de agosto de 1827, la Junta de Representantes lo eligió gobernador de Buenos Aires, por 31 votos. Tuvo como ministros a notables figuras del partido federal: Manuel Moreno, José María Roxas, Vicente López, Tomás Guido.

La traición de Lavalle

El 1 de diciembre de 1828, unas ochenta personas reunidas en la capilla de San Roque, sita en las actuales calles Defensa y Alsina de la ciudad de Buenos Aires, eligieron gobernador de la provincia homónima al general Juan Lavalle, cabeza militar del movimiento que ese mismo día, horas antes, había derrotado a Manuel Dorrego. Exprofeso decimos cabeza militar y no política, ya que el guerrero de Río Bamba fue el instrumento ideal de un nuevo episodio de guerra internacional disimulada, librado sobre el viejo frente del Este. Porque, digámoslo de una vez, el derrocamiento y fusilamiento de Dorrego, máxima figura del federalismo en ese momento, no fue otra cosa que el cumplimiento de la segunda parte de la "misión Ponsonby" en el Río de la Plata. La primera, de todos modos, estaba íntimamente ligada al motín decembrista: la creación de un Estado tapón en la margen oriental del Plata.
Todo lo dicho es fruto de la investigación histórica efectuada en las últimas décadas, sobre la figura y la acción del primer mártir federal y primera gran víctima del iluminismo argentino. Figura de una proyección nacional que ofrece pocos parangones en nuestra historia, porque, sin duda alguna, Manuel Dorrego planteó en la década rioplatense de 1820 la problemática clave de la Argentina, enfrentada en esos años a fuerzas exteriores de penetración ideológica, ya nunca más desalojadas de la vieja patria precapitalista, estoica y antiiluminista: la vieja patria con autoconciencia de soberanía, en base a un pueblo que aceptó la Revolución recién a partir de su primer caudillo,
José Gervasio de Artigas.

Misión Posonby

Desde que el oriental Luis Alberto Herrera levantó entre nosotros la tapa de la gran olla donde se guardan los rastros de la "misión Ponsonby", es mucho lo que se ha andado en cuanto al esclarecimiento de la acción diplomática y de las agresiones no bélicas desarrolladas por Gran Bretaña en esta parte de América. Imposible pasar por alto, cuando de eso se trata, el libro del canadiense H. S. Ferns, elaborado sobre testimonios documentales de fuentes inglesas, y un artículo del padre Guillermo Furlong, que ha venido a confirmar, con nombres y apellidos, la responsabilidad de quienes fueron instrumentos ideales en los trágicos episodios nacionales de diciembre de 1828. Los nombres consignados por el caballero Mandeville, que Furlong retoma en su trabajo, son los mismos, con leves variantes, indicados por otros testigos contemporáneos de los sucesos.
Se sabe, por un informe del cónsul norteamericano Forbes a su gobierno, que el movimiento contra Dorrego había trascendido el estrecho círculo de la logia política
rivadaviana y era conocido, por anticipado. Enrique Pavón Pereyra incorporó un nuevo aporte reafirmativo al transcribir un fragmento de carta de Julián Espinosa al general Rivera, del 21 de noviembre de 1828, que dice lo siguiente: "La llegada de estas tropas hace recelar a alguno que van a servir para hacer una revolución contra el gobierno, de cuya revolución hace ocho días se habla públicamente; por los datos que yo tengo, no encuentro dificultad en que se verifique, mucho más si se hace militarmente. Me han asegurado que piensan poner al general Lavalle de gobernador, y que van a desconocer la Junta de la Provincia: si esto sucede vendremos a quedar gobernados por la espalda".
Lord Posonby jugó fríamente su partida contra Dorrego, cuya caída aguaitaba "con placer" (según su propia confesión), y la ganó en la oportunidad propicia. Por su parte, el jefe del federalismo jugó todas las cartas, buscando alianzas americanas para doblegar al imperio del Brasil y por lo menos postergar la independencia definitiva de la Provincia Oriental: intentó el apoyo de Simón Bolívar, promovió la rebelión de los republicanos brasileños y reclamó la presencia del general
San Martín para evitar la desmoralización que preveía del ejército en operaciones. No contó, lamentablemente, en su frente interno con toda la colaboración y el sentido nacional que hubiesen sido necesarios para librar contienda contra el grupo rivadaviano (Del Carril, los Varela y varios sacerdotes).
San Martín respondió al llamado, ciertamente, pero llegó a destiempo, después de 76 días de navegación. El Libertador partió de Falmouth, a bordo del "Chichester", el 21 de noviembre de 1828, y al llegar a Río de Janeiro, en enero de 1829, tuvo conocimiento del golpe de Lavalle. El 5 de febrero arribó a Montevideo y en esta ciudad supo lo del fusilamiento de Dorrego, según lo contó él mismo al coronel Manuel de Olazábal. Lavalle le hizo llegar a bordo ofrecimientos diversos, a condición de que apuntalara la situación política, que ya se tornaba insoportable para el gobernador de facto. Pero el Libertador no lo escuchó.

Se erizan las lanzas federales

La Argentina empezaba a erizarse de lanzas federales y la anarquía prendía sus fuegos. En la tarde del 12 de febrero, el barco levó anclas en Buenos Aires, rumbo a Montevideo, y esa fue la última vez que el Libertador contempló las orillas de su patria, que no le daba gozos ni descansos.
El pueblo cantó al inolvidable caudillo y pensador federal:
Cielito y cielo enlutado
por la muerte de Dorrego,
enlútense las provincias,
lloren cantando este cielo
Cielo, mi cielo sereno
nunca más pompa se vio
que el día en que Buenos Aires
a Dorrego funeró.
Arrebatada la soberanía popular y consumado el crimen político, el 13 de diciembre, sólo un hombre de mano fuerte y de orden podía devolver las cosas a su quicio. Pocos meses después ese hombre iba a entrar en escena. Era un hermano de leche de
Lavalle. Se llamaba Juan Manuel de Rosas.

El entierro de Manuel Dorrego


jueves, 15 de julio de 2010

El jefe de la oposicion

En octubre de 1823 se incorporó a la legislatura provincial, y se puso al frente de la oposición federal al gobierno dirigido por Bernardino Rivadavia. A diferencia de los unitarios porteños, encarnaba los intereses de la población de gauchos del campo y de la gente pobre de los barrios porteños. Hizo una fuerte campaña presionando al gobierno a declarar la guerra a Portugal, para liberar la Banda Oriental; no tuvo éxito ante la cerrada defensa del partido del gobierno, que incluso lo excluyó de la reelección. De todos modos, junto con su hermano Luis apoyaron la campaña libertadora de los Treinta y Tres Orientales.
Se embarcó en un mal negocio de minería, lo que lo llevó a hacer un viaje al Alto Perú; allí fue partícipe de las entrevistas habidas entre
Simón Bolívar y Carlos de Alvear por Tarija. Se entusiasmó con los planes del primero para crear una Federación Americana. Y le pidió ayuda para expulsar a los portugueses de la Banda Oriental, en términos de una adulación insólita para un personaje con una actitud tan independiente como Dorrego.
En su viaje de regreso se puso en contacto con el caudillo
santiagueño Juan Felipe Ibarra, que lo puso en contracto con los federales del interior y lo hizo elegir diputado al Congreso Nacional. Allí se mostró contrario a la política del presidente Rivadavia por el centralismo de la misma. Al discutirse la Constitución de 1826 debatió sobre la forma de Gobierno y el derecho al sufragio. Desde el periódico "El Tribuno" atacó las medidas centralizadoras de Rivadavia, ganando prestigio en las provincias, en donde se lo consideraba un dirigente federalista de Buenos Aires. Influyó con su prédica en la crisis que culminó con la renuncia de Rivadavia a la Presidencia de la Nación. El Partido Unitario lo consideraba un traidor porque siendo Dorrego de clase patricia porteña, representaba para la metrópoli lo que había representado antes José Artigas, el político capaz de unir a la ciudad con las masas populares.
Cuando se le objetó que el federalismo era imposible dada la pobreza de las provincias, respondió que éstas podían ser económica y administrativamente viables, si se agruparan en grupos más grandes. defendió el derecho a voto de los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea", argumentando:
"¿Es posible esto en un país republicano? ¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?... Yo no concibo cómo pueda tener parte en la sociedad, ni como pueda considerarse miembro de ella a un hombre que, ni en la organización del gobierno ni en las leyes, tiene una intervención..."

jueves, 6 de mayo de 2010

Conspiración y muerte

Dorrego era propenso a ganarse enemigos, y la lucha periodística en que se vio enredado desde el comienzo de su gobierno con el partido unitario derrotado llevaron los ánimos a un enfrentamiento apenas latente. Los unitarios esperaron su oportunidad, y ésta llegó con el ejército que había combatido contra el Brasil, cuyos oficiales estaban abiertamente descontentos con el tratado de paz.
Dorrego estaba sencillamente indefenso: a la luz del día se tramaba una conspiración para derrocarlo. Cuando le dijeron que Lavalle (antiguo compañero de armas en el Ejército y a quien Dorrego había recomendado en su momento para un ascenso) estaba a punto de atacarlo, no quiso creerlo. El 1ro de diciembre, sin embargo, Lavalle se puso al frente de una revolución y lo derrocó. Ese sería el primer golpe militar a un gobierno legítimamente elegido por el pueblo en la Argentina.
Mientras Dorrego se retiraba al sur de la provincia, los unitarios celebraron una "elección" (en la que sólo participaron ellos) que nombró gobernador a Lavalle. Para darse una idea de cuánta gente votó y con qué garantías, basta decir que se hizo a viva voz en el atrio de una iglesia, custodiada por el regimiento de Lavalle. La legislatura fue disuelta, y los unitarios celebraron que los sirvientes “volverán a la cocina”.
Apoyado por el coronel
Juan Manuel de Rosas, el gobernador pidió ayuda a los demás gobiernos provinciales y se dirigió a Navarro. Imprudentemente, esperó allí a Lavalle y sus hombres, por los que fue fácilmente vencido en la batalla de Navarro. Huyó hacia el norte, buscando la protección de Ángel Pacheco, pero fue arrestado por Bernardino Escribano y Mariano Acha y entregado a Lavalle.
Lavalle se negó a conversar con él e inmediatamente ordenó que se lo fusilara, tal como se lo había instigado en la reunión del 30 de noviembre a la que fueron, entre otros,
Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela, Martín Rodríguez, Ignacio Álvarez Thomas, Valentín Alsina. Dorrego, indignado, contestó:
"Dígale que el gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, el encargado de los negocios generales de la república, queda enterado de la orden del señor general. A un desertor al frente del enemigo, a un enemigo, a un bandido, se le da más término y no se lo condena sin permitirle su defensa ¿Dónde estamos? ¿Quién ha dado esa facultad a un general sublevado? Hágase de mí lo que se quiera, pero cuidado con las consecuencias."
Enseguida le escribió una carta a
Estanislao López y otra a su esposa – Ángela Baudrix –, en que les expresó:
"dentro de unas horas seré fusilado y todavía no sé por qué razón."
Legó la mayor parte de sus bienes materiales al Estado y escribió a López que perdonaba a sus perseguidores y le pedía que su muerte no fuera causa de derramamiento de sangre. Eso es exactamente lo que fue, y por muchos años: en efecto, fue el comienzo de la guerra civil que duró hasta mucho después de la
Batalla de Caseros.
Sumaria y extrajudicialmente, Lavalle lo hizo fusilar en
Navarro el 13 de diciembre de 1828.

jueves, 22 de abril de 2010

Segundo Gobierno

El presidente Rivadavia envió a negociar la paz con el Brasil a su ministro Manuel José García, indudablemente la persona menos indicada, al punto de haber sido quien había incitado al rey de Portugal a invadir la Provincia Oriental en 1816. Como era de esperarse, negoció la paz a cambio de la entrega lisa y llana de la provincia al Imperio del Brasil, esto es, increíblemente transformaba las victorias militares argentinas en una victoria diplomática de Brasil. La indignación por el tratado, a pesar de que Rivadavia lo rechazó, llevó rápidamente a su renuncia.
Se disolvió el Congreso, se consideró caducada la presidencia, y se llamó a elecciones para una nueva legislatura porteña. Ésta nombró gobernador a Dorrego en agosto de
1827. En ese momento, que parecía ser el de su absoluto encumbramiento, se le ofreció el grado de general. Dorrego declinó a tal honor explicando que sólo lo aceptaría cuando se considerara digno de tal grado, es decir, cuando lo ganara en el campo de batalla; sin embargo, muchos quisieron interpretar que quería decir cuando se considerara digno de ser comparado con Artigas, Belgrano o San Martín.
Su gobierno trató de ser federal, sin lograrlo por completo: inició tímidos pasos para dar al país una organización federal. El interior confiaba en su gestión; y como los gobiernos provinciales ya lo consideraban un amigo de las provincias, éstas le dieron el manejo de la guerra y las relaciones exteriores.
Dorrego trató de superar la "herencia" del
Tratado de Paz de García. Para esto, como principal gobernante de las Provincias Unidas intentó concluir rápidamente la guerra argentino-brasileña con audaces operaciones, motivo por el cual comisionó al gobernador santafesino Estanislao López para la liberación de las Misiones Orientales como paso previo al desalojo de los brasileños, establecidos en Porto Alegre; asimismo logró que un mercenario alemán llamado Friedrich Bauer dejara de estar al servicio de Brasil e intentara la creación de la República de Santa Catarina. Dorrego también entró en relación con los principales líderes riograndenses: Bento Gonçalves da Silva y Bento Manuel Ribeiro para que ellos crearan la República de San Pedro del Río Grande.
Pero la presión inglesa, ejercida directamente por el enviado lord
John Ponsonby, representante de los intereses de la Corona Británica en Buenos Aires, e indirectamente a través del Banco de la Provincia, controlado por capitalistas ingleses, trabaron su accionar. Por otro lado, las acciones directas de naves militares del Reino Unido y del Brasil sobre naves argentinas forzaron a Dorrego a aceptar una paz desventajosa. Ponsonby llegó hasta el punto de amenazar con una intervención militar si no se firmaba la paz con Brasil.
Si bien se mantuvo inflexible sobre la negativa a aceptar lo antes firmado por García, tuvo que aceptar la independencia de la provincia en disputa como
Estado Oriental del Uruguay a través del tratado ratificado el 29 de setiembre de 1828. A principios de octubre las tropas argentinas establecidas en Río Grande partían de regreso.

jueves, 15 de abril de 2010

Primer Gobierno

Regresó a Buenos Aires en abril de 1820, tras enterarse de la caída del Directorio, en medio de la llamada anarquía del año 20. Fue rehabilitado y recibió el mando de un batallón. Cuando el gobernador Miguel Estanislao Soler fue derrotado por Estanislao López en la batalla de Cañada de la Cruz, tomó el control de los ejércitos de la capital y fue nombrado gobernador el 29 de junio. Salió a campaña a perseguir a López y sus aliados, José Miguel Carrera y Carlos María de Alvear, a quienes derrotó en San Nicolás de los Arroyos. Después invadió la provincia de Santa Fe y derrotó a López en una pequeña batalla en Pavón. Pocos días después, fue derrotado completamente en la Batalla de Gamonal.
El 20 de septiembre fue depuesto en ausencia por la legislatura, que nombró en su lugar a
Martín Rodríguez. Desde el frente se retiró a su quinta en San Isidro. Fue deportado brevemente en octubre de 1821 a la Banda Oriental.
De regreso ayudó a aplastar la "revolución de los Apostólicos", dirigida por
Gregorio García de Tagle, a quien logró capturar; pero lo dejó huir. Acto notable, porque Tagle era el ministro que había firmado su destierro y prácticamente su condena a muerte junto a Pueyrredón en 1816.

jueves, 25 de marzo de 2010

Carrera militar en Argentina



Al estallar la Revolución de Mayo se encontraba en Chile, donde participó en la represión de una reacción realista, y desde donde regresó con refuerzos para la guerra de la Independencia.
Se destacó como militar al enrolarse en el
Ejército del Norte dirigido por Manuel Belgrano, en el cual llegó al grado de coronel.
Participó como jefe de la infantería de reserva en la
batalla de Tucumán y en la batalla de Salta fue uno de los primeros jefes en llegar al centro de la ciudad. Pese a que Belgrano le reconocía valor y capacidad, tuvo problemas por su indisciplina. Eso lo privó de participar en las dos últimas batallas de la campaña al Alto Perú. Belgrano mismo comentaría que no hubiera perdido estas dos batallas si hubiera contado con Dorrego.
Volvió a incorporarse al Ejército después de la derrota, para apoyar la retirada del mismo al mando de partidas de guerrilleros
gauchos. Pero el nuevo jefe, San Martín, lo sancionó por haber faltado el respeto a Belgrano, lo que le valió un retraso en su ascenso militar y no participar tampoco en la tercera campaña al Alto Perú.
Al iniciarse abiertamente el conflicto entre
federales y unitarios, se encontró a las órdenes del Directorio (unitario) luchando contra los caudillos federales, derrotando inicialmente a Fernando Otorgués en la acción de Marmarajá el 14 de octubre de 1814, aunque luego fue derrotado por el entonces lugarteniente de Otorgués: Rivera en Guayabos, el 10 de enero de 1815.

Biografia

Político y militar argentino (Buenos Aires, 1787 - Navarro, 1828). Cursó estudios en el Real Colegio de San Carlos, continuándolos en Santiago de Chile donde participó en el movimiento revolucionario y emancipador de 1810. Este mismo año llegó a Buenos Aires y fue destinado al ejército del Alto Perú. Combatió en Suipacha, en Nazareno, en Tucumán y en Salta (junto a Manuel Belgrano) demostrando su valentía y carisma al mando de la infantería. Por indisciplina fue separado de la milicia para ser reincorporado poco después. En 1814 pasó al ejército que operaba en la Banda Oriental, y participó en la batalla de Guayabos frente a las fuerzas de Artigas.
De regreso a Buenos Aires se dedicó al periodismo y se opuso a la política del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón por lo que fue desterrado en 1816. Residió en las Antillas y en EE UU, en donde se sintió atraído por las bondades de un régimen democrático y federal. Regresó al país en 1820 y asumió la gobernación de la provincia de Buenos Aires durante un breve periodo. Viajó luego a Bolivia para regresar en 1823.
Ese año fue nombrado miembro de la legislatura y luego del Congreso Nacional donde defendió la causa del federalismo. Su oratoria y su estilo fogoso lo convirtieron en el ídolo de la plebe urbana de Buenos Aires y en la principal figura del Partido Federal porteño. El 3 de agosto de 1827 fue elegido nuevamente como gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires y encargado del Poder Ejecutivo Nacional. Firmó la paz con Brasil sobre la base de la independencia de Uruguay.
Concluida la guerra hizo llamar al ejército de Montevideo pero al llegar el batallón al mando del general Juan Lavalle, éste puso sitio a la fortaleza de Buenos Aires influenciado por algunos políticos del Partido Unitario. Dorrego huyó a la campaña que le era adicta y en poco tiempo armó un ejército leal pero débil. Lavalle marchó contra él y lo derrotó; Dorrego escapó nuevamente pero fue traicionado por uno de sus subalternos. Capturado por Lavalle, fue sentenciado a muerte y fusilado.