jueves, 12 de agosto de 2010


MANUEL DORREGO (1787-1828)Arquetipo del federalismo argentino, el guerrero de la Independencia, cayó bajo las balas de la oligarquía porteña. Su ejecutor, el general Juan Lavalle, bien fue definido por Esteban Echeverría como ‘una espada sin cabeza’.'El artículo 6 (de la constitución rivadaviana de 1826) forja una aristocracia, la más terrible porque es la aristocracia del dinero. Echese la vista sobre nuestro país pobre, véase qué proporción hay entre domésticos asalariados y jornaleros y las demás clases del Estado, y se advertirá al momento que quien va a tener parte en las elecciones, excluyéndose las clases que se expresan en el artículo, es una pequeñísima parte del país, tal vez no exceda de una vigésima parte. He aquí la aristocracia del dinero; y si esto es así, podría ponerse en giro la suerte del país. Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro con el Banco, y entonces sería el Banco el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación en todas las provincias'.Manuel Dorrego (1826) La oposición al unitarismo de la burguesía comercial porteña hizo federales a los estancieros bonaerenses. Pero su federalismo -que coincidía tácticamente con el federalismo del Interior en su lucha contra el centralismo de la burguesía porteña- difería profundamente, por los intereses que lo movían, del federalismo provinciano.Las provincias, enfrentadas a la declinación de su comercio y su industria, trataban de salvar su mayor grado de autosuficiencia. Trataban así de mantener e incrementar su participación en el comercio nacional, pero, además, de proteger sus industrias recurriendo a tarifas especiales, aduanas de tránsito e impuestos diferenciales. Pronto resultó evidente que una política tan perjudicial para los intereses comerciales de Buenos Aires no podía solucionarse sino en condiciones de una amplia autonomía política para cada provincia, es decir, un amplio federalismo. Los estancieros de Buenos Aires, en cambio querían la federalización para que Buenos Aires pudiera seguir disfrutando de su aduana sin tener que rendir cuentas a las provincias, dominándolas, y evitando la nacionalización de la ciudad, ya decidida por Rivadavia.
De modo que el partido federal era una especie de frente único en el que coexistían distintos intereses y tendencias. Para los estancieros bonaerenses la cuestión decisiva era quien dominaría en el país: Buenos Aires o toda la nación, coincidiendo más con sus enemigos unitarios que con sus aliados federales del interior.Sin embargo, el federalismo bonaerense produjo una tendencia 'doctrinaria y política' de contenido nacional: fue la que encarnó, en un momento decisivo, Manuel Dorrego. Las ideas del 'mártir de Navarro' en materia económica y constitucional, poco se han difundido entre nosotros, salvo en algunos libros especializados. Y por eso merecen una consideración muy especial.

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