jueves, 12 de agosto de 2010

La traición de Lavalle

El 1 de diciembre de 1828, unas ochenta personas reunidas en la capilla de San Roque, sita en las actuales calles Defensa y Alsina de la ciudad de Buenos Aires, eligieron gobernador de la provincia homónima al general Juan Lavalle, cabeza militar del movimiento que ese mismo día, horas antes, había derrotado a Manuel Dorrego. Exprofeso decimos cabeza militar y no política, ya que el guerrero de Río Bamba fue el instrumento ideal de un nuevo episodio de guerra internacional disimulada, librado sobre el viejo frente del Este. Porque, digámoslo de una vez, el derrocamiento y fusilamiento de Dorrego, máxima figura del federalismo en ese momento, no fue otra cosa que el cumplimiento de la segunda parte de la "misión Ponsonby" en el Río de la Plata. La primera, de todos modos, estaba íntimamente ligada al motín decembrista: la creación de un Estado tapón en la margen oriental del Plata.
Todo lo dicho es fruto de la investigación histórica efectuada en las últimas décadas, sobre la figura y la acción del primer mártir federal y primera gran víctima del iluminismo argentino. Figura de una proyección nacional que ofrece pocos parangones en nuestra historia, porque, sin duda alguna, Manuel Dorrego planteó en la década rioplatense de 1820 la problemática clave de la Argentina, enfrentada en esos años a fuerzas exteriores de penetración ideológica, ya nunca más desalojadas de la vieja patria precapitalista, estoica y antiiluminista: la vieja patria con autoconciencia de soberanía, en base a un pueblo que aceptó la Revolución recién a partir de su primer caudillo,
José Gervasio de Artigas.

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